martes, 1 de septiembre de 2009

En minúscula


Basta con querer cambiar algo el tono y contratono de la escritura para que en cada ocasión suene lo escrito de una manera similar. Al menos esa es la sensación que tengo cuando me dispongo a contar lo poco que se puede leer aquí y lo poco que va quedando en otros lugares. De sobra sé que de tanto parecerse lo escrito a veces parece ser lo mismo, y acaso lo sea. Es fácil comprobarlo, pero no se molesten, es sólo un deseo de esos que algunos quieren clasificar de secundarios y poco perturbadores.
El caso es que sin venir a cuento con lo acabas de leer te cuento, me cuento quiero decir (ando siempre liado en saber a quién me dirijo), que vuelve a cambiar lo que ya venía cambiando en relación a cuál va ser mi pequeño papel en el principio de curso en el que a medias andamos metidos. Gira hoy en un sentido lo que ayer giró en otro -no todo son subplanetas obedientes en este que nos aloja-, y, por caprichosa concordancia de azar y justicia (lee siempre en minúscula), me veo donde me vi, quiero decir donde quería verme y donde tal vez por un exceso de subjetividad saludable más de uno quiso y quiere verme. Ahí va mi gratitud.

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