lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Todo mentira?

http://www.elpais.com/vineta/?d_date=20081222&autor=El%20Roto&anchor=elpporopivin&xref=20081222elpepivin_4&type=Tes&k=Roto

domingo, 21 de diciembre de 2008

Mi oficio

No es otra la llave que abre mi puerta,
me ha servido la misma de ayer y anteayer.
También semejantes son los ojos
que devuelven en el espejo una mirada turbia a los míos.
Diría que me conocen, acaso les suene mi cara y
vivan en el recuerdo reciente de la última madrugada.
No es otra la llave que abre mi puerta, digo,
ni otra la palabra que enreda mi boca,
me han servido repetidas
las que ayer usé como un obrero experto
sin ambición, sin ascenso,
como un peón perpetuo de la vida,
vitalicio armador del andamiaje de un día
de otro día...

3 en la carretera

Ha querido el azar, de nuevo, que esta tarde extraña sin comida ni reposo, haya sintonizado radio 3 mientras apuraba el intento de limpiar la furgoneta. Sonaba el programa Tres en la carretera y, entre pieza y pieza de Coltrane y otros magos de Jazz, se oía la voz de Cortázar recitando algunos de sus relatos y poemas. Era imposible no detenerse, abandonar el cepillo y el trapo y embeberse ante esa voz antigua llena de una erre tan conocida por mí aunque salida de otros labios. No lo había escuchado nunca. Me ha sorprendido que la persona que escribió Rayuela también hablara. Uno tiende a creer que alguien que pudo inventar, y escribir, a quien buscaba a la Maga, haya dedicado su vida entera, desde el mismo momento de ser alumbrado, a urdir ese prodigio de la literatura que es Rayuela. Será que no salen prodigios sino de otros prodigios. Tal vez Coltrane también hablara.

martes, 16 de diciembre de 2008

Avísame

Avísame
si fracasa tu pájaro en el vuelo nocturno,
si descubres alguna nube hecha pedazos
mientras braceas sin saberlo
en el vientre fértil del olvido.
Avísame, recuerda,
si callo cuando esperas oirme,
si muero cuando la luz estalla
en la palabra ausente de mi carne.
En la difunta marea se desboca
sin aviso la traviesa mirada de tu verso
y ahuyenta mi espejismo y tu certeza.

Navegando espejos

No puede uno pasar por alto el día que descubre la diaria lectura de los versos de Tania Alegría, que frecuenta necesariamente "navegando espejos", que, furtivamente sereno, comparte los silencios del oficio lector y a punto está de morir en el proceloso vicio (intento) de escribir.
Para el que esté dispuesto a celebrar su tiempo de red pringado de acierto poético, aquí dejo una sencilla dirección:http://navegandoespejos.blogspot.com/
Un saludo y buenas noches

lunes, 15 de diciembre de 2008

Maratón de las arenas

Se va Francis, entre otros, al desierto de Marruecos a correr el maratón de las arenas. Yo, torpeza serena y pura, le escribo sin querer un soneto sin rima ni métrica ni orden ni respeto.

Sentirán las repetidas arenas
los pies únicos de la palabra certera,
y un amarillo nuevo cercenará la noche
maquillada de fatigas indelebles.

Las alondras sin mar no te aullarán
derretidas en ausentes sombrajes,
y un blanco añejo celebrará la copa
rociada de luces y ambrosías.

No fraguará la lágrima en llanto,
no verá el sol otro sol deleitado
al albur de las huellas y los pasos.

Decantará el desierto a tu favor
la duda de las ausencias breves,
la rabia de las plegarias finales.




Cada vez



El Roto vuelve a firmar una magnífica viñeta.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Busco alojamiento

Busco alojamiento para dos en Londres. Ha vuelto a hacer aguas el apaño del amigo de un familiar y ahora, en la penúltima estación, mendigo sin bicicleta en direcciones desconocidas, erráticas. Me aventuro, accidental y occidentalmente, a no saber adonde me dirijo. De tener la espalda cubierta no soy el único responsable; soy hijo de una época y de un lugar que, al capricho también del azar, realizan parte del trabajo más arduo por mí. Sólo el entretenimiento, cultureta y consumista, corre por completo de mi cuenta. Es cuando me ilusiono creyendo que el mismo centro de la farsa es el margen, y que en ese margen estoy más a salvo que mis inferiores compañeros de viaje que quiero imaginar más pringados que un servidor. A cada cual, en universal sorteo, le tocaron unos versos que ahora trata de organizar, y todo por esa pretenciosa manía de dotar de sentido hasta aquello que dejaría de existir si se le asignara algo parecido. Porque recurrir a la poesía y a la ternura nunca nos va a hacer tanto daño como darlas por ausentes. Me regalo de nuevo, en espera de respuestas para un hogar de dos días, una pequeña maravilla liberadora de Tania (divina) Alegría:

No pasa nada

La luz chispea sobre el muro blanco donde se desperezan los rosales.
El aire es poco más que una intuición que resbala en la piel y huele a pinos.
La mañana está en paz. No pasa nada.

Y sin embargo, tú, tan desvalida, tan pálida, tan sucia de tormentas,
como si un vendaval hubiese, fiero, demolido la almena de tu patio.
Hongos húmedos cuelgan de tu pelo;
en tus manos se enredan hojas tristes;
humo en los ojos, musgo entre los dientes
y pecho adentro aúlla una jauría
husmeando los puntos cardinales por oler las cosechas incendiadas.
Tienes carbón debajo de las uñas, tal fue tu saña al escarbar la noche.
Traes manchas de liquen en la espalda por haberte acostado en tantas tumbas.

Cálmate, tú. No hay más que olor a pinos,
alborada serena, brisa suave, gorriones despertando en los ramajes.

No hay huracanes destrozando bosques.
No hay incendio en la mies de tus exilios.
La mañana está en paz consigo misma.
Cálmate tú, Marién. No pasa nada.

Tania Alegría



martes, 9 de diciembre de 2008

Hablan de la muerte

Hablan de la muerte en Documentos TV. Hablan, sobra decirlo, los vivos que despidieron a los que empezaban a intuir de qué iba esto de la vida. Hablan sobre todo familiares de personas que murieron antes de tiempo, de personas que no sobrevivieron a los que se suponía deberían haber sobrevivido. Como si la muerte o la vida entendieran de suposiciones o deberes, como si cualquiera de ellas dos no fuera más veterana que cualquiera de los que, con más temeridad que otra cosa, nos ponemos a hablar de ellas. Tenemos la obligación irremediable los humanos de ocuparnos de nuestra vida, olvidando a veces que anda la muerte rondando para someternos a su antojo. La vida se nos va porque espera ansiosa la muerte nuestra llegada. ¿Qué ocurre con los muertos? ¿Qué con los que evitamos torpemente la diaria muerte rutinaria? ¿Qué con la vida que vive la muerte de los que estuvieron vivos? Yo temo a la vida y temo a la muerte que evitaría mi temor a la vida. Yo temo la vida muerta, la muerte de la vida regalada. Yo vivo en el temor de la vida que me enviará a la muerte. A morir vivo en la sociedad de la vida moribunda. Finitud y muerte deberían ser, a mi juicio delirante, las certezas liberadoras de los hombres. No hay certeza de vida sin el reconocimiento de la muerte. A todos nos comerán los gusanos como a todos los que vivieron antes que nosotros se los comieron. Y mientras tanto vivimos en la perentoria necesidad de otros vivos o de otros muertos que viven en nosotros. Y mientras tanto vivimos, digo, que no es poco.

Se me ocurre

Se me ocurre a esta hora en esta sala pequeña de profesores pequeños que aún hay muchas tareas pendientes que retrasan la merecida alegría. La alegría es la palabra que debería sustituir para siempre a la palabra felicidad, cuna y mortaja de las más pesadas frustraciones. En la clase que debo dar en escasos veinte minutos se me regala la posibilidad de reivindicar ese cambio, de recordar implícitamente que hay motivos para sonreir y que de la felicidad ya hablaremos cuando tras varias generaciones nuestros descendientes se alimenten de otros sustratos. Con lo que nos nutre hoy bastante tenemos con aprovechar cada rincón y cada momento en los que no anide la tristeza. Creo que nunca vivimos los hombres tan ajenos a lo que realmente nos pasa, entretenidos sin descanso en lo que nos gustaría que nos estuviera pasando. Y ellos no pasan ninguno de los 16 años. Teniendo en cuenta que ya llego casi diez años tarde, me conformaré con poco, con pequeños gestos.

lunes, 8 de diciembre de 2008

estoy listo, de momento

Estoy listo, sin serlo, para encontrarte
buscando margaritas entre las ruinas de la noche.
Sin quererlo, ando preparando el paseo de la lluvia,
de la sábana paciente, del sonoro vértigo de amarte.
Deshojo las balas de los temores -sí, no, sí, no, sí-,
y me alzo, repleto de manos, volado de pies,
hacia la acuosa víspera del encuentro.