No asusta menos el papel en blanco durante un día de final de año que durante uno encontrado cuando el año comienza. Y no suele ajustar uno cuentas después del veinticinco de ningún mes que no sea diciembre. A lo mejor algún que otro maestro, por eso de que el año para ellos se llama curso y tiene tres meses menos. Quería decir ajustar cuentas con uno mismo pero siempre con la mirada puesta en los demás, que vienen a ser los que, a pesar del despiste, nos van a informar de por dónde andamos y la gravedad de nuestra segura cojera. El caso es que el 2009 ha sido, sea el color del cristal el que sea, una mierda y una bendición, y tal vez los motivos de ambas cosas vengan a ser los mismos. Ahora, mientras el año se centrifuga tras el enjabonado y el enjuague, tampoco va a ser cuestión de ponerse exigente con las arrugas de lo que salga del tambor de los días pasados, pero darse cuenta de algunas cuestiones importantes antes de que entre el siguiente puede que no esté de más. No ha sido el que acaba mi año de ingenuidad, no estaba esa bola en el bombo de mi sorteo. La herida principal, mía claro, sigue abierta y que duela menos no me hace creer nada que tenga que ver con la curación definitiva. Una cosa es que no sangre y otra que pueda arañar la cicatriz sin mover pestaña alguna. Basten como esenciales lenitivos que tú, que a veces me lees, sigas durmiendo en mi sofá, que dos incólumes y jóvenes espíritus ronden mi casa y que uno que escribe y canta me aplique sin saberlo algún tipo de narcótico relacionado con el vinagre y las rosas. Lo demás han sido días que sin ser todavía historia no van a volver a ser contados. Eso también alivia. Yo no me quejo de estar vivo y tampoco lamento que un día no lo esté. En 2009, como durante todos los días que han pasado desde 2002, alterné vida con muerte y ambas tuvieron la oportunidad de hacerse entender muy bien. Doy hoy fe de que lo hicieron.
sábado, 26 de diciembre de 2009
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Ni el gato II
viernes, 11 de diciembre de 2009
Voces que no escucho
Aunque me duelan ya las heridas
que me harán mañana los gritos
que esta noche no compartes conmigo,
son voces que no escucho
porque las han fabricado para ti
Estás lejos mientras yo abandono
hasta confundirme con el suelo que pisaron
los muertos felices de otras hogueras,
del calor de la piedra ardiente
y de la cueva paciente que aún nos espera.
sábado, 24 de octubre de 2009
Lo que hay en juego
Así terminó Joselu ayer la última entrada en su blog Profesor en la Secundaria. De inquietante final lo calificaba alguna de las personas que la comentó. Por si no te acercas a leerla, te cuento que este profesor de litereatura, que tanto y tan bien nos acerca al resto de profesores sus experiencias y reflexiones sobre la educación, nos habla de una clase de segundo de bachillerato a la que llega la hora de empezar con El Quijote. Porque esa hora llega, ha de llegar. Y él al frente, cuando ante tan arriesgada situación más de uno preferiría la retaguardia o acaso la enfermería. No hay querra pero sí peligro, aunque esos descerebrados de los que habla, y de los que no faltan entre los mismos profesores, sigan empeñados en no ver lo que hay en juego.
jueves, 22 de octubre de 2009
La misma melodía
Suenan las mismas melodías, o los mismos ruidos, en la televisión que sigue encendida. Parece que por sí misma no se va a apagar, que no caen los inventores ni fabricantes en dotarla de un sensor que capte la indiferencia -la muerte- del televidente. Cuentan con el poder de la “inercia comportamental”, de la que hablaba un tal Rivera en un libro sobre filosofía y cine. Y mientras tanto la repetición continúa hasta convertirse en pagana letanía, en moderno culto con su propio altar doméstico y poco modesto. El caso es que, como casi siempre, caben mínimos actos de rebeldía que van desde el cambio de canal hasta la eliminación, sólo física, del aparato. Ya está metida en el alma, no se olviden de eso. En medio de estos dos extremos queda el atrevimiento de apagar, de dar la espalda o de seleccionar lo que de valioso (curioso término este) se pueda encontrar. También ponerse a escribir lo que ahora se lee, que tiene su origen en el hartazgo del telediario, la masacre de la publicidad y la candidez del documental. O dormir la siesta, que para eso son algo menos de las cuatro de la tarde; pero quizá la pereza no dé hoy para tanto. Vuelvo para desparecer, como bien sabe el único lector que ha tenido este blog durante el último mes y que seguro se encontró al azar con este fácilmente calificable lugar. Nadie me manda repetirme como la televisión y si lo hago es a veces porque quiero y otras porque tengo, todavía voluntariamente, que respirar. No lo hago sobre el editor de texto de blogspot, sino sobre un documento casi en blanco de una versión lenta de openoffice, de manera que ignoro cuándo fue la última vez que me dejé caer por aquí y cuál era el sinsentido de la huella. Aquí dejo otra, tal vez similar a las anteriores y parecida a las que puedan venir. No hay crítica, al menos de ese tipo que uno ejerce sobre sí mismo, sólo un poco de experiencia unánime en las conclusiones.
Quiero decir que te “sorprendí” sabiendo de la existencia de este personal retiro. Sabía que llegarías a conocerlo pero me preguntaba cuándo lo harías. Si sigues leyendo, tú eliges si lo compartes conmigo. No te cansaré, como ves la frecuencia no alcanza la entrada mensual. De las salidas si puede que te canses y confío en que el entrenamiento acumulado te sirva de algo.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Paréntesis
Duermen algunos y otros pedalean nanas para que los primeros no tengan urgencias innecesarias que alteren el descanso breve de la siesta. Alguna incluso quisiera que el paréntesis fuera más largo, acaso eterno, eterno mientras dure quiero decir. Y yo sigo con un deshollino que, como cualquiera puede imaginar, siempre es una tarea incompleta; vamos que si se pudiera completar ya no quedaría deshollino posible y por lo tanto demasiado a la vista quedaría la tragedia. Queda poco para que acabe la etapa y, compitiendo como estamos, no todos tenemos la victoria al alcance. Tal vez es esa competición velada, sólo a veces evidente, la que se sitúa en el núcleo de este pequeño drama que en ocasiones somos capaces de celebrar.
martes, 1 de septiembre de 2009
En minúscula
Basta con querer cambiar algo el tono y contratono de la escritura para que en cada ocasión suene lo escrito de una manera similar. Al menos esa es la sensación que tengo cuando me dispongo a contar lo poco que se puede leer aquí y lo poco que va quedando en otros lugares. De sobra sé que de tanto parecerse lo escrito a veces parece ser lo mismo, y acaso lo sea. Es fácil comprobarlo, pero no se molesten, es sólo un deseo de esos que algunos quieren clasificar de secundarios y poco perturbadores.
El caso es que sin venir a cuento con lo acabas de leer te cuento, me cuento quiero decir (ando siempre liado en saber a quién me dirijo), que vuelve a cambiar lo que ya venía cambiando en relación a cuál va ser mi pequeño papel en el principio de curso en el que a medias andamos metidos. Gira hoy en un sentido lo que ayer giró en otro -no todo son subplanetas obedientes en este que nos aloja-, y, por caprichosa concordancia de azar y justicia (lee siempre en minúscula), me veo donde me vi, quiero decir donde quería verme y donde tal vez por un exceso de subjetividad saludable más de uno quiso y quiere verme. Ahí va mi gratitud.
lunes, 31 de agosto de 2009
Prometo no coleccionar
Os dejo con algunos que saben más y aquí no hay apariencia que valga:
miércoles, 19 de agosto de 2009
Escuela de idiomas
Tiene uno el frecuente atrevimiento, casi la costumbre, de ojear los muros y las paredes donde otros no menos atrevidos han dejado algunos aciertos pintados con spray. Por lo visto, los mejores textos o se me pasan de largo o mirando como miro no los veo, que de todo pasa, porque hay algunos que de tópicos -y ciertos- se caen a la acera más cercana para que los viandantes, casi vagabundos, los sigamos haciendo trizas. Pero el otro día el acierto no quedó para otros ojos porque uno de los autores andaba en ese momento conmigo y me animó a levantar la vista. Allí estaba ese dibujo tantas otras veces visto en alguna esquina de un papel arrugado o a los pies de algún "poemita" que quién sabe dónde andará. Allí estaba, en líneas repetidas, traduciendo no solo literalmente el texto que otro había escrito sino inventando su forma de decir lo mismo. Porque el segundo autor, el que me toca, sabe hacer eso para lo que no hay escuelas de idiomas. Él mismo sabe que aunque existieran se le pasaría, siempre, el plazo de matrícula.
viernes, 3 de julio de 2009
miércoles, 1 de julio de 2009
No sabe igual
No sabe igual el tabaco de noche que de día, en la calle que bajo techo. Ahora, de día y a cubierto, reposa el cigarrillo encendido en una de las cuatro muescas de un cenicero de cristal que no siempre tengo al alcance. Veo como se consume y, sinceramente, siento que voy acabándome con él. Lo miro también cuando está entre los dedos, pariendo humo y sombra, y me pregunto dónde estará el misterio, ese irresoluble enigma que llama a mi puerta pacientemente cada día a sabiendas de que tarde o temprano será atendido. Se me ocurre, ante la enorme dificultad de seguir escribiendo, empezar a transcribir esas líneas de Tokio Blues que han quedado señaladas durante la lectura. Lo tengo aquí, boca abajo, junto a ese cenicero en el que ya reposan los restos míos y los del cigarrillo, y aún por terminar. No sé por qué el vapuleo de ciertos personajes literarios viene a conmover un alma ya de sobra conmovida por la nada literaria vida de uno mismo. Ecos, diría el terapeuta. Difucultades para amar, para ser, que viene a significar lo mismo, diría yo tras su a veces añorada intervención. No sé cuándo poner fin a este empeño, frustrado desde el origen, de dejar cosas escritas pero por lo visto, y a pesar de todas las irregularidades, va a ser más apropiado preguntarse cuándo él va a ir poniéndome fin a mí. Mientras tanto la vida no es que se me pase, es que me paso yo por ella enredando con un deseo que, aunque aparentemente deshecho y agrietado, no deja de mantenerse en pie, de alardear de vida bajo una apariencia moribunda.
"Con el paso del tiempo, conforme iba alejándome de aquel pequeño mundo, dudaba sobre si los sucesos de aquella noche habían sido reales. Si pensaba que habían ocurrido de verdad, me parecía que habían ocurrido de verdad; pero si pensaba que eran una fantasía, entonces me parecía que habían sido una fantasía. Para ser una ilusión, los detalles eran demasiado precisos; para ser reales, éstos eran demasiado hermosos."
martes, 30 de junio de 2009
No creas que se acaba
Es temprano y hace un calor descamisado, indolente. Hay en esta casa un silencio de despedida, dos almas ruidosas menos que ya, en la primera curva, estoy echando de menos. Y nosotros marchamos pronto a rodar por una Europa descentrada, engreída y quién sabe si acogedora. Nos conformaremos con no viajar a la contra, con dar pedales de poco desencuentro.
No creas que se acaba; es tan sólo un aviso de la escasa batería que, también por necesidad, va quedando antes de la recarga.
miércoles, 11 de febrero de 2009
El jefe de la tribu
sábado, 7 de febrero de 2009
El agua gris
"Mar de invierno. El agua gris mancha de frío las rocas." Lean a Ángel González.
jueves, 5 de febrero de 2009
Pasar por caja
Ayer resucitaron ciertas angustias, carnaza para una misma tristeza. Ayer, por seguir urgando, supe de la fragilidad de la ilusión, de su contundente respuesta, del precio inevitable de imaginarse en otro lugar, de suponerse otro. No alivia, pero ilustra saber que la vida me hace periódicamente pasar por caja. Tendré que celebrar cada día en el que no me toque hacer cola.
martes, 3 de febrero de 2009
Para aludidos
Asumo de antemano la torpeza. Diría yo, puesto que no dejo de sorprenderme ante lo que leo, que sobra el esfuerzo de la escritura, sobre todo cuando no se sabe el sentido de la sorpresa que ésta va a generar en uno mismo. Y no es que no haya dedicación para anticiparlo. ¿Quién es aquí más paciente, la mano o el papel? Diría yo también, abandonado como estoy al impulso generoso de una mañana medianamente aprovechada -cómplice ilusión del lenguaje-, que vano es el esfuerzo de escribir, nocivo incluso, cuando ya se está esperando ser leído. Hay entonces culpables contra los que emitir la inmediata condena. La cosa -ello, que diría el sabio recuperado- es que manejar la vida, lo que en ella quede de propio, no es tarea sencilla, ni siquiera pendiente, sobre todo si ya se han abierto determinadas puertas, si ya los butrones sin remedio permiten el paso irrefrenable del torbellino consciente. Va a ser entonces más conveniente dejarse manejar por ella.