martes, 3 de febrero de 2009

Para aludidos

Asumo de antemano la torpeza. Diría yo, puesto que no dejo de sorprenderme ante lo que leo, que sobra el esfuerzo de la escritura, sobre todo cuando no se sabe el sentido de la sorpresa que ésta va a generar en uno mismo. Y no es que no haya dedicación para anticiparlo. ¿Quién es aquí más paciente, la mano o el papel? Diría yo también, abandonado como estoy al impulso generoso de una mañana medianamente aprovechada -cómplice ilusión del lenguaje-, que vano es el esfuerzo de escribir, nocivo incluso, cuando ya se está esperando ser leído. Hay entonces culpables contra los que emitir la inmediata condena. La cosa -ello, que diría el sabio recuperado- es que manejar la vida, lo que en ella quede de propio, no es tarea sencilla, ni siquiera pendiente, sobre todo si ya se han abierto determinadas puertas, si ya los butrones sin remedio permiten el paso irrefrenable del torbellino consciente. Va a ser entonces más conveniente dejarse manejar por ella.

1 comentario:

Tania Alegria dijo...

Hola, amigo Miguel.

Vengo siempre a leerte, y dejarte mi saludo cordial y mi abrazo amigo.

Gracias por ese buen momento de lectura.