jueves, 11 de diciembre de 2008

Busco alojamiento

Busco alojamiento para dos en Londres. Ha vuelto a hacer aguas el apaño del amigo de un familiar y ahora, en la penúltima estación, mendigo sin bicicleta en direcciones desconocidas, erráticas. Me aventuro, accidental y occidentalmente, a no saber adonde me dirijo. De tener la espalda cubierta no soy el único responsable; soy hijo de una época y de un lugar que, al capricho también del azar, realizan parte del trabajo más arduo por mí. Sólo el entretenimiento, cultureta y consumista, corre por completo de mi cuenta. Es cuando me ilusiono creyendo que el mismo centro de la farsa es el margen, y que en ese margen estoy más a salvo que mis inferiores compañeros de viaje que quiero imaginar más pringados que un servidor. A cada cual, en universal sorteo, le tocaron unos versos que ahora trata de organizar, y todo por esa pretenciosa manía de dotar de sentido hasta aquello que dejaría de existir si se le asignara algo parecido. Porque recurrir a la poesía y a la ternura nunca nos va a hacer tanto daño como darlas por ausentes. Me regalo de nuevo, en espera de respuestas para un hogar de dos días, una pequeña maravilla liberadora de Tania (divina) Alegría:

No pasa nada

La luz chispea sobre el muro blanco donde se desperezan los rosales.
El aire es poco más que una intuición que resbala en la piel y huele a pinos.
La mañana está en paz. No pasa nada.

Y sin embargo, tú, tan desvalida, tan pálida, tan sucia de tormentas,
como si un vendaval hubiese, fiero, demolido la almena de tu patio.
Hongos húmedos cuelgan de tu pelo;
en tus manos se enredan hojas tristes;
humo en los ojos, musgo entre los dientes
y pecho adentro aúlla una jauría
husmeando los puntos cardinales por oler las cosechas incendiadas.
Tienes carbón debajo de las uñas, tal fue tu saña al escarbar la noche.
Traes manchas de liquen en la espalda por haberte acostado en tantas tumbas.

Cálmate, tú. No hay más que olor a pinos,
alborada serena, brisa suave, gorriones despertando en los ramajes.

No hay huracanes destrozando bosques.
No hay incendio en la mies de tus exilios.
La mañana está en paz consigo misma.
Cálmate tú, Marién. No pasa nada.

Tania Alegría



4 comentarios:

Joselu dijo...

Me ha gustado el poema de Tania Alegría. Ese contraste entre la mañana serena y la inquietud de Marién. Muchas veces necesitamos que alguien nos diga ese no pasa nada que aparece en el poema. He venido a conocerte, Miguel, y he encontrado por azar a un hijo del azar, como somos todos. Un cordial saludo.

Miguel dijo...

Hola Joselu. Gracias por ser el primero en acercarte al neonato hijo del azar. También por azar llegué yo ayer a tus reflexiones de profesor de secundaria. También yo soy profesor.
Un saludo

Tania Alegria dijo...

Un saludo cordial y un abrazo amigo, Miguel.
Dejo ese comentario aquí, donde me diste la honra de transcribir un poema mío, como podría haberlo dejado en cualquier otro de los entrañables posts que conforman tu página.
Encantada por leerte me apunto como seguidora para acompañar paso a paso el recorrido de tus letras.
Un espacio de excelente nivel literario y humano que considero un privilegio haber encontrado en las encrucijadas donde me llevan mis pasos en el mundo virtual.
Dejo en tus letras mi corazón de ave, amigo Miguel.

Tania Alegria dijo...

Un saludo cordial y un abrazo amigo, Miguel.
Dejo ese comentario aquí, donde me diste la honra de transcribir un poema mío, como podría haberlo dejado en cualquier otro de los entrañables posts que conforman tu página.
Encantada por leerte me apunto como seguidora para acompañar paso a paso el recorrido de tus letras.
Un espacio de excelente nivel literario y humano que considero un privilegio haber encontrado en las encrucijadas donde me llevan mis pasos en el mundo virtual.
Dejo en tus letras mi corazón de ave, amigo Miguel.