martes, 9 de diciembre de 2008

Se me ocurre

Se me ocurre a esta hora en esta sala pequeña de profesores pequeños que aún hay muchas tareas pendientes que retrasan la merecida alegría. La alegría es la palabra que debería sustituir para siempre a la palabra felicidad, cuna y mortaja de las más pesadas frustraciones. En la clase que debo dar en escasos veinte minutos se me regala la posibilidad de reivindicar ese cambio, de recordar implícitamente que hay motivos para sonreir y que de la felicidad ya hablaremos cuando tras varias generaciones nuestros descendientes se alimenten de otros sustratos. Con lo que nos nutre hoy bastante tenemos con aprovechar cada rincón y cada momento en los que no anide la tristeza. Creo que nunca vivimos los hombres tan ajenos a lo que realmente nos pasa, entretenidos sin descanso en lo que nos gustaría que nos estuviera pasando. Y ellos no pasan ninguno de los 16 años. Teniendo en cuenta que ya llego casi diez años tarde, me conformaré con poco, con pequeños gestos.

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